Quien escucha, su mal oye.

Priorizar.

Suena fácil. Dejas de lado algo que consideras menos importante y sigues con lo que te parece más necesario. Es como el triaje médico. Nunca estás de acuerdo cuando te lo aplican a ti, pero funciona.

¿Cómo que retrasamos mi reunión? ¿Es que no te importa? Y desde nuestro lado de priorizadores, pensamos, sí, y mucho, pero ahora no es lo más importante y necesito dar preferencia a lo que considero que debe darse prioridad, por supuesto puedo equivocarme, pero uso mi criterio, que cuando te favorece es correcto y cuando te viene mal es erróneo.

Al final, todo se resume en YO. Yo soy el que importa, nadie se pregunta la razón de ese retraso, ¿tendrá algún problema serio? No, seguro que lo hace porque le apetece trastocar mi agenda y dejarme de lado.

Las cosas no siempre son blancas o negras, no siempre están de cara y no siempre salen como uno quiere. Es cierto que queremos fiabilidad y ofrecer fiabilidad, pero, ¿Qué pasa cuando hay un imprevisto? ¿Escribo a toda mi agenda a contarles que han ingresado a mi madre, cosa que no les debe importar a la mayoría, o les cuento lo del atropello de mi hijo? No, si hay confianza, si la relación es seria, debe bastar con una disculpa y una nueva propuesta de agenda para poder retomar el asunto en cuestión, hay más días y hay más horas.

Los compromisos están para ser cumplidos, pero a veces el día se pone tonto y se empeña en ponernos zancadillas que nos obligan a romperlos y a intentar reconstruirlo en un momento más adecuado. No se puede cambiar las citas de forma habitual, no podemos jugar con el tiempo de nuestros clientes o empleados, pero cuando es necesario y es algo inevitable hay que hacerlo.

Y por eso hay que saber establecer prioridades, hay que saber qué o a quién le podemos pedir el favor de cambiar una cita, y saber que nuestro interlocutor confía en nosotros lo suficiente para entender que no es un capricho.

Las esperas en las salas de urgencias son un ejemplo fantástico de priorización. Los triajes al llegar valoran la necesidad y urgencia real de cada uno de los pacientes,  que entran por la puerta,  cada uno con su problema, contando que cada problema es el más gordo de todos los que hay en la sala de espera, y alguien, tomando datos, prioriza las necesidades reales de atención de todos los pacientes. Nadie va a gritarle a quien pone el orden de entrada, es un profesional, sabe lo que hace. ¿por qué nos ponemos de uñas si nos modifican una cita? Si se hace como se debe hacer, con el tiempo adecuado y en la forma debida, no debe haber queja, y si se hace sin dar tiempo de reacción, ¿no será que ha surgido algo que impide seguir con ello? ¿por qué es más importante nuestro tiempo que el de los demás?

Recuerdo un chiste que me viene mucho a la cabeza en determinados momentos: “¡Vaya día llevamos! A ti se te muere el padre y a mi se me pierde el boli”.  Seamos un poco más empáticos y aprendamos a entender que no sólo existen nuestros problemas, que dicho sea de paso, pueden ser una tontería comparado con los de otras personas. Aprendamos a priorizar.

Quien escucha, su mal oye
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