No todo es coaching, ni debe serlo

Desde hace años me repiten la misma pregunta: “Tú, ¿haces coaching?”. Cuando respondo que no me dedico a ello, que lo que hago son intervenciones individuales, suelen decirme: “¿No es lo mismo?” A partir de ahí, como son temas diferentes y suele haber cierta discusión latente con el tema del coaching, es frecuente que se abra un debate que debo manejar con mucho cuidado.

Cada estrategia tiene su finalidad, su momento y su proceso. Coaching e Intervención Individual son poderosas estrategias cuyo valor depende de si son adecuadas para lo que pretendemos.

En alguna ocasión me han calificado como un `detractor del coaching´. No lo soy en absoluto. Soy un detractor de la mala elección de buenas estrategias. No soy experto en coaching, no es mi terreno, ni aspiro a que lo sea. El mío es la intervención y precisamente desde ésta, he aprendido a diferenciar una estrategia de otra y a ser consciente de que, siendo ambas magníficas estrategias, se convierten en lo contrario cuando elegimos la que no corresponde, cuando nos dejamos llevar por modas y por ese `todo el mundo lo hace´ como si ésta fuera la mejor garantía para no equivocarnos.

Algunas características relacionadas con el coaching.

Es frecuente que encontremos la siguiente definición de coach: “Profesional que trabaja con personas para ayudarlas a que logren lo que quieren, de forma más adecuada a como lo harían solos”. Esta definición nos aporta una primera idea esencial:

Trabaja con personas para ayudarlas a que logren lo que quieren.

Otra aportación la encontramos en uno de los referentes del coaching, John Whitmore, que aportó la siguiente característica: “ayudar a alguien a pensar por sí mismo, a encontrar sus respuestas, a descubrir dentro de sí su potencial, su camino al éxito sea en los negocios, en las relaciones personales, en el arte, el deporte o el trabajo”. De aquí, extraigo una segunda idea:

Ayudar a alguien a pensar por sí mismo, a encontrar sus respuestas, a descubrir su potencial.

Para no cansarte, extraigo una última aportación de este mismo autor: “el coachee no aprende del coach, sino de sí mismo, aunque sea motivado y estimulado por éste”.

Ya tenemos las tres ideas con las que quiero trabajar:

  1. El coach trabaja con personas para ayudarlas a que logren lo que quieren
  2. Ayuda a alguien a pensar por sí mismo y a encontrar sus respuestas
  3. El coachee no aprende del coach, sino de sí mismo.

Según esto, el coach trabaja con los objetivos del coachee, ayudándole a descubrirlos, a encontrar respuestas por sí mismo, a explorar en su potencial alternativas para su éxito y siendo el coachee quien aprende de sí mismo, motivado por el coach.

¿Cómo voy a ser detractor de esto? Claro que no. Considero que es un planteamiento “potente” y que bien trabajado por coachs adecuadamente preparados y con suficiente experiencia, puede ayudar mucho al coachee.

Pero, mi entorno de trabajo no es el coaching, es la intervención.

En ella, el objetivo que se pretende no es el del profesional con el que se trabaja, sino el de la empresa.

Me explico.

Todos los que trabajamos en una empresa,

  • …lo hacemos con el compromiso de aportar un valor concreto en función del puesto de trabajo que ocupamos…
  • …para alcanzar ese valor, nos ocupamos de determinadas áreas de responsabilidad
  • …que manejamos intentando conseguir el mayor desempeño o rendimiento posible
  • …y, para ello, precisamos contar en nuestro perfil con aquellos “ingredientes” que nos exige el escenario en el que debemos actuar desde nuestra posición.

Una intervención pretende ayudar al profesional a contribuir, a alcanzar los objetivos de su puesto, haciéndole consciente de sus riesgos y oportunidades, dotándole de visión, de herramientas, de los conocimientos y habilidades que exige el puesto y promoviendo su motivación por conseguirlo “conectándola” con sus propias aspiraciones profesionales y personales.

Esto nos da tres diferencias esenciales entre ambas estrategias.

  1. En el coaching, es el coachee quien define el objetivo. En la intervención es la empresa quien lo establece.
  2. En el coaching el coach ayuda al profesional a pensar por sí mismo y a encontrar sus propias respuestas. En la intervención también se hace esto, pero, además, se enfrenta al profesional a lo que es, enseñándole a mirarse al espejo.
  3. En coaching, el coach no enseña al coachee, éste aprende de sí mismo. En la intervención el profesional aprende de quien la realiza integrando ese aprendizaje en su perfil (criterios, modelos, herramientas, conocimientos, habilidades…).

Dos estrategias válidas si se garantiza que son la mejor alternativa para lo que se pretende

Si queremos ayudar a alguien a conseguir sus propios objetivos y a que sea él quien encuentre las oportunidades y el camino a recorrer aprendiendo de sí mismo, no lo dudemos, el coaching es la mejor opción.

Si queremos ayudar a alguien a conseguir la contribución y desempeño que la empresa necesita de él por el puesto que ocupa o por el puesto que debe ocupar, aportándole modelos, herramientas…, la opción no debiera ser otra que la intervención.

Utilizar una estrategia inadecuada puede llegar a “empobrecerla” y a generar consecuencias poco deseadas. No pocas veces ocurre esto con el coaching.

Ser conscientes de lo que elegimos, porqué lo elegimos y de cuál es la metodología más apropiada, es el requisito mínimo para no actuar según sople el viento, ¿no es así?

No todo es coaching, ni debe serlo
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