Calla y escucharás, escucha y aprenderás
Muchos días necesitamos de alguien que sepa escuchar. Estamos rodeados de gente, en el trabajo, en el supermercado, el cine, la reunión de padres del cole, una cena un viernes, pero no pensamos en esa gente cuando necesitamos a alguien que sepa escuchar.
Pregunta en serio: ¿Sabéis a quién elegir cuando necesitáis a alguien que sepa escuchar? ¿sin dudar? Si la respuesta es sí, sois gente afortunada, si además esa persona la tenéis a mano, sois muy afortunados.
No es fácil escuchar, y no parece ser fácil encontrar a alguien que sepa escuchar, sin más, sólo escuchar, sin pretender impartir clases magistrales ni opiniones no solicitadas. Es realmente difícil.
En el ámbito personal, puedes encontrar alguien que responda a algo parecido a escuchar, pero… ¿y en el profesional? Casi todos sabemos más que todos los que tenemos al lado y siempre estamos con una predisposición, al parecer, natural, a contestar con un “pues yo te digo…” “Yo en tu caso…” “Cuando me pasa a mi…” “A mí siempre me funciona…”
Cuando necesitamos que alguien nos escuche, no es un requisito indispensable que ese alguien responda, intente consolar, enseñe sus habilidades…solo queremos que nos escuche, y muchas veces, el silencio es la mejor respuesta a esa labor tan complicada como es escuchar, lo más un gesto mínimo de “recibido, aquí me tienes” pero sin más, sólo escuchar.
Ese escuchar se convierte en un arma muy poderosa utilizada en el momento adecuado. Todos tenemos orejas y la mayoría oímos bien (yo aún no necesito audífonos, ya llegaran) y tenemos unos cerebros suficientemente funcionales como para entender lo que se dice y la capacidad (unos más que otros) de interpretar lo oído. Lo que lamentablemente hacemos, por nuestro carácter mediterráneo o porque el Cid nos infundió una confianza mayúscula, es reaccionar en nanosegundos al comienzo de lo que otros nos dicen. No escuchamos para entender, para interpretar, para acompañar, lo usamos para demostrar que tenemos más y mejor conocimiento de aquello que creemos que nos va a contar nuestro interlocutor. Y sí, creemos, porque no solemos esperar a que el de enfrente acabe su frase. Nuestra experiencia en esta vida nos ha conferido el poder de la adivinación, y sobre todo de la diferenciación “pues anda que yo…”
Por ahí hay gente que dice que si tenemos dos orejas y una boca es porque debemos escuchar el doble de lo que hablamos, o hablar la mitad de lo que escuchamos… apuntémonos esa idea. Y sobre todo la posibilidad de escuchar por el mero echo de escuchar, porque el de enfrente necesita eso, que alguien le escuche, sin más, sin sermones, sin enseñanzas, sin ejemplos, sólo quiere que le escuchen, y si te ha elegido a ti para esa labor, tú eres el afortunado. No le defraudes, lee el escenario y acompaña.
Ya no es sólo en el plano personal, pero si eres capaz de escuchar, profesionalmente sabrás usar una herramienta fundamental para conocer, para obtener información, para poder posicionarte por delante en algunos escenarios donde lo fundamental es conocer. Imagina ser, además de un gran amigo, un estupendo profesional por el mero echo de saber escuchar…parece fácil ¿no? Probadlo. Pista: No es nada fácil, pero como todo, se aprende.