El perro viejo, si ladra da consejo

Mis amigos empiezan a jubilarse.

Otros ya están prejubilados…qué bueno es no ser autónomo…pero como se dice por ahí, son lentejas, alguna ventaja tendremos los que cotizamos por todo y por todos.

La noticia de tener que grabar un vídeo para regalar a un amigo de hace muchos años, que no conocía hasta que empecé a colaborar con la empresa en la que él trabajaba hace alrededor de veintitrés años (se dice pronto), me ha hecho pensar… ¿Y yo? ¿Cuándo me toca a mi?

No es que tenga prisa, que para qué engañarnos, también, pero no es el tema que quiero tratar en este artículo. A lo que voy es a cómo pasa el tiempo de rápido, y lo mucho que lo notamos en los demás y no en nosotros mismos, y no sólo el tiempo.

Hace unos años, nos reunimos la clase de octavo de EGB (valorad mi edad con disimulo) y la sensación es que todos habían envejecido mucho, algunos más otros menos. ¿y yo?

Recuerdo esperar en la entrada de la sala que contratamos en un hotel con uno de mis compañeros y según aparecía gente por el hall que daba entrada a la zona de salones, valorábamos si eran de nuestra clase (edad, aspecto…) o no. Y nos costó. Al final, algunos parece que se congelaron algún año después de finalizar el curso aquél, pero la mayoría debían envidiar mi aspecto juvenil, porque yo, lejos de haber envejecido, estaba incluso mejor que entonces. ¡JÁ!

Sí es cierto que cada uno envejece a su ritmo, pero lo hacemos todos gracias a Dios, porque la otra opción es peor. Pero, tras esa experiencia, en reuniones de amigos de la actualidad, comenté la sensación y la mayoría coincidimos en haberla vivido.

En las formaciones que doy habitualmente, uso una herramienta que seguro conocéis todos que es la matriz de liderazgo, una herramienta que define en dos pasos cuánto y cómo trabaja la gente que forma parte de tu equipo. Nos ayuda a ver si hay cambios, tanto positivos como negativos, rendimiento que baja o al contrario y nos ayuda a poder tomar decisiones de una forma más consciente de la realidad a la que nos enfrentamos.

¿A qué viene esto? A que hay que ser muy valiente para colocarse uno mismo delante de un espejo y ver la realidad, no sólo la física, más calvo, gordo y arrugado…sino nuestro rendimiento real en el trabajo. Valorar a los demás puede ser complicado, pero no nos cuesta si nos ponemos a ello. Y… ¿sabemos valorar nuestra realidad con sinceridad? ¿Sabemos enfrentarnos a nosotros mismos y (con perdón) echarle huevos y ser sinceros?

Lo mismo que el tiempo pasa para los demás, pasa para nosotros, es un recurso que no admite ser modificado, cada segundo que pasa muere y nace uno nuevo, para todos sin diferenciar clases, razas, credos… Todos disponemos del mismo para bien o para mal. Y de nosotros depende el uso que hagamos de él.

Esperando tener una buena, plácida, sana, larga y pronta jubilación, os dejo deberes, buscad ese espejo y sinceraos con vosotros mismos, en secreto, sin darle publicidad y reaccionad como corresponda. Nadie es mejor que un valiente «yo» cuando ese «yo» quiere ser valiente.

El perro viejo, si ladra da consejo
Etiquetado en: