Soñaba el ciego que veía, y eran ganas que tenía.

El hecho de ser, o considerarse líder, nos pone muchas veces en situaciones de exigencia que no suelen ser valoradas como deberían.

Ya hemos hablado muchas veces de la labor del líder, de su valor, de su nivel de exigencia, de su capacidad de trabajo, sólo y en equipo, de su forma de tratar y salvar los obstáculos del camino y muchas otras cosas, pero, además el líder debe saber motivar y no sólo motivar, sino encontrar la motivación, tanto para él mismo como para el resto del equipo que lidera.

Hablamos de motivación y no nos damos cuenta de todo lo que implica. El hecho de conocer a la persona por haber leído su curriculum o por haber mantenido una entrevista con él de media hora, no nos garantiza conocerle y saber lo que realmente nos hace falta saber de él. Los datos curriculares son importantes, pero sólo para justificar un nivel dentro del entramado empresarial, sólo para atribuirle un sueldo, un coche de renting y algún seguro médico si viene al caso mejor o peor que a otros miembros del equipo.  Lo que realmente un líder de verdad necesita es saber lo que su colaborador espera encontrar, cómo mostrárselo y cómo dirigir su atención hacia donde va a encontrar lo que va a motivarle de la forma más eficaz.

Pensamos que nuestro nivel académico, nuestro historial laboral y nuestra sonrisa y gestos serios en una entrevista de trabajo son suficientes para poder acceder al puesto de nuestros sueños y no es así. Cada día en nuestro puesto de trabajo es una prueba, y si ese sentimiento nos va a generar un estrés que acaba minando nuestras ganas de trabajar es que falla la motivación, y si la motivación falla, tenemos un problema gordo.

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¿Y qué pasa si falla la motivación y tenemos un problema gordo?

  • Desde el punto de vista del trabajador, será culpa de su jefe o puede ser que sea capaz de gestionar la situación y enfrentarse a ello con nuevas herramientas y actitud, cargando de nuevo con su agenda y tratando de modificar herramientas, seguridad, etc.
  • Desde el punto de vista de un líder, deberá revisar todo el camino recorrido con su colaborador, hasta encontrar el motivo de ese tropezón. Deberá estudiar a fondo la motivación de los miembros del equipo, su sensación de pertenencia, su implicación, su nivel de confianza con el proyecto… todo, porque si no lo hace, su titulación pasará de líder a jefe, y eso supondrá una degradación importante en su carrera.

Debemos siempre ser conscientes de dónde estamos, de lo que se espera de nosotros, y asumir las obligaciones y los retos que nuestro puesto nos plantea para poder de verdad liderar un proyecto o formar parte de un equipo. Debemos conocer nuestros límites, saber hasta dónde vamos a ser capaces de retarnos y dónde debemos parar, porque si tenemos claro esto, tanto si somos líderes o somos parte del equipo, allanaremos el camino al éxito y nos facilitará cumplir nuestra hoja de ruta laboral.

Hay que soñar con ver y hacer todo lo posible por cumplir el sueño. Que no se quede en tener ganas y perder oportunidades de crecer. Si somos, hay que demostrarlo, no vale con creerlo.

Soñaba el ciego que veía, y eran ganas que tenía.
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