Mucha ciencia y poca conciencia, mala ciencia.

Acompañadme en esta historia, quizás hoy poco profesional:

Hoy me toca hacer un trámite con el censo. El Ayuntamiento, a falta de personal ha habilitado una página web que nos ha costado un ojo de la cara pero nos facilita todos o la mayoría de los trámites que necesitamos hacer, como por ejemplo, altas y bajas del censo.

Me armo de valor, abro mi navegador y me voy a la página del ayuntamiento. Nos han vendido que la inversión ha sido grande, pero ha valido la pena, porque así nos ahorramos un dineral en personal atendiendo o jugando al solitario en las oficinas del Ayuntamiento y eso se agradece, porque, aunque no nos limpien la calle, parece que eso de ahorrar suena bien.

Entro, ya estamos allí, voy a buscar cita previa. Aparece, no está demasiado clara la opción, pero tampoco esperamos que lo hagan cómodo del todo, su obligación es que se pueda tramitar, no que sea fácil, para los que no entendemos, buen comienzo.

Ya estoy en la página de solicitud, me pide certificado digital. Soy un moderno, y para evitar llamadas y colas con lo que tendría que tratar con gente y eso además de poco higiénico es una pérdida de tiempo, me lo saqué hace unos años y me siento seguro por tenerlo, me va a evitar muchas colas y trámites tediosos.

Imagen de Fathromi Ramdlon en Pixabay

Ya me he identificado, entro en cita previa y me avisa de que hay un error y no tienen mi email, entre nosotros, no es un error, no lo puse porque no quiero que me frían a tonterías, pero parece que para solicitar cita previa es necesario.

Curioso, hace cuatro meses no lo era, en fin, será necesario por algo. Pongo mi email, lo acepta y sigo con el trámite. Escojo centro de atención, correcto. Digo mi DNI, y pienso, para qué el certificado…¿no me había identificado con él al entrar?, veo un formulario y me dice que mi email no está verificado.

Como soy muy moderno, lo entiendo y hago click en “recibir código” para poder validarlo posteriormente dado que no me permite seguir con el proceso de cita. Ya en este momento pienso, ¿por qué no me lo ha pedido cuando lo he puesto en mi ficha?

Pero ellos son mejores que el usuario. Espero, sigo esperando, me desespero, hago click de nuevo en “recibir código” y vuelvo a desesperarme. No llega. Una hora esperando…sigue sin llegar.  

Decido salir a hacer un recado para que pueda llegar y terminar con el trámite vía web…vuelvo…no ha llegado. Nervioso doy treinta veces a “recibir código”, espero diez minutos y vuelvo a mi ficha de perfil a ver si se me ha pasado algo.

No, sigue puesto mi email. Se me ocurre que igual, no va bien con el Ayuntamiento o sus programadores que han pensado que el dominio de ese email no debe  poder acceder a sus servicios. Me creo un email en Gmail y vuelvo a intentarlo, verifico que al darlo de alta en mi ficha, no pide ninguna validación.

Y vuelvo a iniciar el trámite. Llevo ya tres horas con esto. Por fin vuelvo a iniciar mi proceso de petición de cita previa, introduzco mi nuevo email, pulso “recibir código” y al instante llega un email con un código. Por fin, tras casi tres horas y media consigo dar un paso.

Introduzco el código en su cuadro y pone “Email verificado correctamente” o algo semejante. Hago scroll, bajo al final, me sube el pulso de la emoción, revisando previamente todos los datos y le doy a “Siguiente”.

Y me lleva a esa misma página, a la parte superior donde me avisa de que hay un error en el formulario. Falla el código introducido. Vuelvo a intentarlo, recordando haber visto que me daba por bueno el código introducido. Y la historia se repite. Como ellos son mucho más listos que yo, doy click en “Reenviar código” no vaya a ser que haya habido un error y yo esté ya un poco cansado de todo esto, y por eso no me haya fijado bien en algo. Recibo de inmediato un código nuevo. Me entusiasma poder haber dedicado toda la mañana a hacer un trámite online con mi identificación digital, con ello ayudo al Ayuntamiento a ahorrar.

Y entonces es cuando me vuelve a aprobar el código y al hacer click en “Siguiente” me vuelve a decir que el código es erróneo.

Y son ya casi cuatro horas dedicado a que cuando el alcalde cobre piense que todos colaboramos en su proyecto de ahorro y llamo al 010.

Me atiende una señorita a la que le explico mi estado de ánimo tras casi cuatro horas pegándome con el sistema de ahorro institucional y me pide mis datos. Le cuento el problema, no le importa, supongo que por dentro se reía de lo idiota que puede llegar a ser la gente por intentar hacer algo ellos, pudiendo pedírselo a otros. Y así es. Tras dos minutos de conversación, tengo mi cita.

¿Para qué sirve la tecnología si no funciona?

¿Quién es responsable de esto?

¿Cuánto nos cuesta a los vecinos pagar un sistema que no funciona?

Y sobre todo, ¿Quién ha dado el visto bueno a esa aplicación web?

La responsabilidad es muy cara, y el comprador escoge…

Mucha ciencia y poca conciencia, mala ciencia.
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