Quien hace lo justo, duerme a su gusto

Leo constantemente y más en estas fechas post navideñas, que los petardos y esas otras demostraciones de alegría humanas molestan a muchos perros y que deberían prohibirse.

Somos muy de prohibir, regular, coartar, ceder ante otros. Parece que nos gusta eso de que nos tengan cercados y nos pongan más y más límites.

Soy dueño de perro, no es el primero que tengo y todos los que he tenido han sido mi más fiel amigo durante sus cortas vidas. Y a estas alturas del artículo, miramos la cabecera de la página web…. ¿Esto no era e-Recursos, o LinkedIn?  A veces los temas que trato no son estrictamente profesionales, pero siempre se pueden relacionar.

Por un lado, eso de que pretendamos (generalizo, lo sé) que un animal, por muy querido, fiel, cariñoso, educado, limpio y todo lo que queráis, sea, tenga los mismos derechos que una persona, a mí, insisto, poseedor y amante de estos bichos, no me cuadra. Nos pasamos la vida con restricciones, normas, leyes, bandos y demás que nos ponen límites a casi todo lo que podríamos desear hacer, incluso simplemente, eso de tener conciencia a veces nos complica un poco la vida en ese aspecto, imponiéndonos normas extra por escuchar al angelito blanquito-azulado apoyado en nuestro hombro derecho recordándonos lo que es correcto y lo que no lo es.

Tenemos bastante encima, en nuestras vidas, con los férreos controles de todos los gobiernos, jefes, empresas, clubes, comunidades…¡familias! Todos, todos sin dejar uno, nos imponen unas normas para poder formar parte de algo que a veces, no pocas, no querríamos cerca ni en pintura, como se dice ahora no lo tocaríamos ni con un palo.

Y además hay gente que nos quiere enseñar que los animales tienen los mismos derechos que las personas. Yo puedo, y suelo muchas veces, estar equivocado. Quizá además tenga el empeño de plasmar mis equivocaciones en artículos como éste y deja por escrito grandes meteduras de pata, pero, aún siendo un firme defensor de los animales, nunca se me ocurrirá darles los mismos derechos que a mis hijas, a mis amigos, vecinos, compañeros de trabajo. Nunca. Además, soy un firme creyente de eso de que los derechos se ganan cumpliendo obligaciones, esté a favor o en contra de ello, creo que es la única forma de garantizar que ambas cosas deben de ir de la mano. No tienes derecho a ser libre, entre otras muchas cosas, si violas a una persona, robas o matas, es tan fácil como eso.

Y nuestros animalillos, a los que adoramos, con la excepción de los perros guías y otros, adiestrados para hacer algún bien a la sociedad, no tienen más obligación o deber que estar lo suficientemente educados como para poder vivir en una sociedad que no es natural para ellos, y contando con que sus obligaciones recaen en sus dueños, dejémonos de hablar de derechos. Y si suenan unos petardos que hacen feliz a la gente que educa y cuidad de ellos y a los que no también, no tratemos de prohibir algo que es tradicional por el bien de alguien/algo que no aporta.

Y esto es aplicable en multitud de ámbitos, tanto a nivel personal como laboral. Alguien que no aporta al equipo, no debe disfrutar de las ventajas del éxito en grupo. Alguien que no colabora, no apoya, no cumple, no sigue las normas, no debe forma parte del premio por el éxito, porque ese éxito es el resultado de un camino muchas veces muy duro en el que hay que dejarse la piel y hay que ganárselo cada día, cada minuto, con esfuerzo, no con enchufes.

Trasladad esto a lo que queráis trasladarlo, pero las cosas son, o deberían ser así. No sigamos alimentando vagos y regalando premios, eso, hay que ganárselo, no vale sólo con ser “un buen tipo”.

Sé que muchos no estaréis de acuerdo con esto, pero para llegar hay que merecerlo, eso de todos iguales es una utopía de mediocres sin ningún interés en salir adelante por sus propios medios.

Quien hace lo justo, duerme a su gusto
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