Creo recordar que esto ocurrió hace un par de años. Asistí a una reunión con un cliente en la que el equipo de formación se afanaba en construir una sesión de entrenamiento interna para promover el aprendizaje de una competencia profesional. Cuando llegué, invitado por mi cliente, la reunión ya estaba avanzada y me mantuve callado y atento a lo que ahí se debatía.

El grupo de trabajo estaba muy animado y uno de ellos trasladaba a una pizarra de papel, las conclusiones a las que iban llegando. Recuerdo que la pizarra tenía varios textos escritos: Vídeo corporativo de entrada, proyección de un corte de película, entrega de dípticos, manual y documentos de trabajo, tarjetas-idea, casos extraídos de internet…

Los vi encantados con lo bueno que pensaban que iba a ser la sesión de aprendizaje que estaban construyendo. 

En ese momento, mi cliente me presentó al grupo, explicó el motivo por el que estaba ahí con ellos y me preguntó señalando a la pizarra de papel:

 – ¿Qué te parece?

De antemano, sabía que mi respuesta no iba a ser políticamente correcta, pero estaba allí no para agradar a nadie, sino para ayudarles a crear esa sesión.

 – Con todo esto que vais a incluir y con el tiempo que tenéis para la sesión, ¿queda hueco para la persona que se encargará de impartirla?

En el libro «La Comunicación mueve consecuencias. ¡Atrápala!» cuento una anécdota real en la que mi maestro, sin yo saberlo, me quitó las diapositivas que durante varios días había preparado para la sesión que iba a compartir con él. En el momento en que me tocó hablar, me temblaron las piernas al comprobar que esas diapositivas no estaban en el maletín que siempre llevaba conmigo. Mi maestro me indicó que siguiera sin ellas. Lo pasé francamente mal, es cierto, pero salí adelante.

Al terminar la sesión, mi maestro me confesó lo que había hecho y sabiendo que me iba a enfadar con él, me dijo algo que me ha acompañado desde entonces y que no deja de mostrarme matices importantes de la comunicación:

 – Jaime, cuando vayas a comunicar, sé capaz de hacerlo sin ayuda de ningún audiovisual y cuando los uses, evita la trampa de convertirlos a ellos en lo importante y que te roben el protagonismo.

Los medios son y deben ser un apoyo para el comunicador, no un sustituto, no una forma de pasar el tiempo, no en un usurpador de su papel de comunicador. Son muchos los casos que se ven en los que lo esencial de la comunicación queda ahogada por el uso abusivo e inadecuado de los medios.