Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato
¿Qué nos pasa? ¿Por qué no arrancamos? ¿Dónde está la motivación? ¿Qué somos capaces de hacer?
Mil preguntas, muchas de ellas sin respuesta, y otras con respuestas que no ayudan, que no nos despejan el camino.
¿Por qué encontramos tantos laberintos en nuestro día a día?
No vamos a solucionar todos nuestros problemas mirándonos la barriga o esperando a que otros se fijen en lo tristes y desvalidos que nos encontramos y nos ayuden a despertar, porque como dice el refrán: Cada uno sabe dónde le aprieta el zapato.
Somos únicos, no hay dos iguales, cada uno ponemos en juego la disponibilidad, la habilidad o la fuerza que tenemos y todos debemos conocer tanto nuestras habilidades como nuestros límites. Si los escenarios cambian, las habilidades tendrán que, al menos, adaptarse a esos cambios, y demostraremos que nuestras competencias son válidas y las conocemos para poder realizar la labor que se nos haya encomendado.
Los zapatos aprietan donde más duele y si no se cambia de zapato o se usa una horma en condiciones, adaptada al pie, el dolor puede ser insoportable, hasta el punto de no poder andar.
Foto de Oziel Gómez en Unsplash
Para poder adaptarnos, necesitamos motivación, método, criterio, conocimiento y capacidad para valorar las situaciones que vamos viviendo. Hay veces que podremos hacerlo solos y otras donde necesitaremos una persona a nuestro lado para que nos de ideas, nos guie, nos empuje, nos motive, nos de puntos de vista diferentes y nos haga tener un criterio coherente con el que interpretar nuestra realidad y poder tomar las riendas de nuestro día a día.
Nadie dice que sea un camino fácil, si así fuera, no nos plantearíamos ni siquiera hablar de este tema, es difícil, arduo, doloroso y a veces desolador, pero para esto están los profesionales que guiándose por un criterio basado en una larga experiencia pueden darnos esas pautas para poder educar nuestras competencias y sacar el mayor rendimiento de nuestro trabajo.
Es fundamental conocer nuestras competencias, saber aplicarlas de la forma adecuada para poder obtener las consecuencias deseadas. No es sólo saber qué podemos o debemos hacer, sino también el cómo, el cuándo y el por qué.
Y aquí es donde entra la labor del buen zapatero, un profesional capaz de ajustar el calzado a nuestros pies, nuestras competencias y habilidades a nuestro trabajo, para asegurar eficiencia y eficacia, y así, conociendo dónde nos duele, poder actuar y corregir.
Es mucho más fácil caminar con unos zapatos cómodos que no nos compliquen cada paso que damos que seguir sufriendo cada día por no tener un conocimiento adecuado sobre nosotros mismos.
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