A donde el corazón se inclina, el pie camina

A raíz del anuncio de Rafael Nadal de retirarse del tenis me he estado encontrando un montón de vídeos donde se deja claro que hay pocos profesionales como él. Hay puntos inexplicables. A mi me gusta el tenis, de joven lo jugaba y siguiendo el chiste, con la edad me he pasado a pelotas más pequeñas, pasando por pádel entre medio, acabando en el golf, deporte que me parece más un castigo al ego que un deporte como tal, al menos en mi caso. Jamás tengo dos días seguidos decentes, ya no digo buenos, sólo los espero decentes. Aun así, me empeño en seguir intentando hacerlo mejor, o al menos mantener un mínimo nivel.

¿Por qué digo todo esto? Hoy, curioseando por internet me he encontrado con un video de Nadal, en una entrega de diplomas, algo parecido a una graduación al parecer de su academia de tenis. En él, dice que no es muy dado a dar consejos, que prefiere mostrar ejemplos y seguirlos, pero que tiene uno en especial, sólo uno, que quiso en aquel momento compartir con aquellos graduados: Date muchas oportunidades. Cuenta que, si él no se las hubiera dado, no estaría allí.

Y me ha hecho pensar. Yo con el golf me doy oportunidades, pero es porque me gusta, me divierte, y es mi tiempo libre, pero ¿también me las doy en las cosas serias? ¿También me quiero cuando no es un premio? Si fallo, ¿me armo de paciencia y me doy otra oportunidad?

En el curro intentamos siempre formar parte de un equipo, que nos quieran, que nos entiendan, sentirnos arropados y obtener respuestas. Si todo va bien, si todos remamos al unísono, mantendremos un rumbo recto y llegaremos a buen puerto. Pero, si alguien se equivoca al remar… ¿estamos para ayudar, para corregir, para gritar, para castigar, para enseñar? Normalmente, en un equipo de verdad, estamos para lo que cualquier miembro necesite, no para ahogarlo en reproches.

El video me ha hecho pensar. Queremos que nos quieran, y queremos querer a los demás, pero ¿y nosotros con nosotros? ¿somos a veces nuestro peor enemigo?   

Debemos saber cuánto podemos exigirnos a nosotros mismos como si fuéramos uno más del equipo, porque de hecho, somos uno más del equipo. Poner esa atención, cuidarnos como cuidaríamos a otros, no somos especiales, somos otro engranaje, otra pieza que es necesaria para que todo funcione, ¿por qué no vamos a merecer el mismo trato que el resto? 

Es fundamental saber si merece la pena el esfuerzo porque ya te encuentras al límite, a punto de abandonar, pero si fuera un compañero le dirías que él puede, y en cambio cuando te toca a ti, te niegas esa segunda oportunidad de conseguir el éxito, y a veces nos venimos abajo y renunciamos a la meta.

Rafael Nadal, en muchas cosas me parece un número uno, no soy el único, y con esta charla me ha despertado algo que no tenía claro cómo manejar. Soy el primer miembro de mi equipo, y como tal, me daré las oportunidades que necesite para llegar a la meta que me proponga. Como muchas veces he oído a un grande de contar historias: “Que tus ojos guíen tus pasos por lo que aprenden de ellos al verlos caminar” y añado, “y sobre todo que saquen todo el conocimiento posible de los tropiezos”

Por cierto, el enlace al video: AQUÍ

A donde el corazón se inclina, el pie camina
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