La oportunidad no toca dos veces la misma puerta
A veces veo mi foto de perfil en LinkedIn y me sorprendo, no os preocupéis, no la voy a poner aquí en medio. Es curioso, soy yo, no me sorprende por nada especial, pero me extraña que yo mismo suba una foto mía a redes y que sea esa, que salía de un evento familiar divertido, simpático, deseado (el evento) y que cuando la miro veo que me hizo sentir bien.
Sucede que comunicamos de forma involuntaria. No medimos las consecuencias reales de aquello que hacemos y no estamos realmente pendientes de las consecuencias que el mero hecho de comunicar nos pueda traer.
Como bien dice Jaime Ros en su artículo anterior (AQUÍ), ¿Somos conscientes de las consecuencias que nos puede traer abrir la puerta de la comunicación? ¿Sabemos lo que la gente piensa de nosotros, o las conclusiones que va a sacar de nuestra forma de comunicar o de los contenidos que ofrecemos?
Nos dedicamos a llenar folios de letras o minutos de palabras que a veces, y no pocas, no sabemos qué efecto tendrán en nuestros lectores u oyentes. No es sólo lo que decimos, es cómo lo decimos, y sobre todo para qué y por qué lo decimos. Cada palabra, cada gesto, cada movimiento, producirá en nuestro auditorio algún tipo de reacción, en caso contrario, apaga y vámonos.
Lo difícil es medir esa reacción, saber darle el valor que tiene, saber leer las consecuencias que genera el contenido de nuestra comunicación.
Cuando comunicamos, no somos del todo conscientes de esto, muchas veces reaccionamos de forma automática, contestamos sobre guion y no medimos realmente el momento, la realidad y, por lo tanto, las consecuencias. Es un acto inconsciente, total, domino el tema, digo lo que sea y quien escuche cree y listo. NO. No es así, se cumplirá determinadas veces, pero alguna se te volverá en contra por no haber sabido medir, por no estar atento por no aprovechar la oportunidad como debería ser aprovechada.
Hablar por hablar…menuda tontería ¿verdad? Cuenta cuántas veces lo haces al día y cuántas has dicho algo de valor. Cada vez que comunicas vendes imagen, conocimiento, experiencia…valores que no deben ser olvidados, porque no sólo te pones en riesgo, sino que además puedes perder oportunidades y si pasa, es como dicen del tren, tendrás que esperar otra ocasión para volver a buscar esa oportunidad que, consciente o inconscientemente, perdiste por no haber sabido darle en su momento el valor que debió tener esa comunicación.
No dejemos que las oportunidades pasen y se pierdan por no conocer una competencia tan básica como la comunicación. No nos equivoquemos, básica por el hecho de ser necesaria en todo momento, no por ser simple.