Veraneando se va el tiempo volando

Y ya estamos de nuevo en el tajo. Todos los años repetimos el proceso: estoy muy cansado…, ¡que ilusión! en breve vacaciones, que maravilla esto de no descansar ni un momento entre playita, chiringuito y cenitas, echo de menos mi cama y qué pena que se haya terminado.

Todas las conversaciones se basan en lo mismo: las vacaciones son demasiado cortas. Lo que, entre otras cosas, demuestra que o nos sobra el dinero o tenemos muy poca imaginación a la hora de describirlas. Si las mías fueran más largas me tendría que poner a pedir en la puerta del Mercadona de destino a partir del día 10, estirando mucho el 15.

Pero al final, todo eso que valoramos tanto, eso que deseamos con fuerza como nada más deseamos…se termina. Y ya no vuelves a quejarte del niño pesado que al pasar por tu lado te echa arena, ni de lo lleno que está el restaurante que no te atienden como te gustaría, ya no notas el barullo en la calle a partir de las 23:00, no hay que ponerse crema, no te vuelves loco para aparcar cada vez que mueves el coche… ya estás de nuevo en casa, y todas esas cosas fantásticas dejan de rodearte todos los días y de repente te encuentras que tu toalla se ha convertido en una silla de escritorio ergonómica y el sol y el mar en un escritorio y una pantalla tremendamente aburridas, y echas de menos al niño pesado, al camarero maleducado, el ruido, la crema… ya no hay hamacas, ya toca ganarse el derecho a poder sufrir el año que viene con esos problemas y alguno más, puedes tratar de reducir la sensación de vacío vacacional con un fondo de pantalla de una playa fantástica con palmeras y una puesta de sol idílica…pero la cambiarás en tres días.

Y empiezas con ganas, porque te prometes que las vacaciones del año que viene van a ser mejores si cabe. Y llegas a tu oficina, y sonríes a tus compañeros, aunque les ves más morenos y sonrientes que tú y piensas si sus vacaciones habrán sido mejores que las tuyas y oyes a todos contando sus aventuras estivales, todos han tenido mejores vacaciones, más lujosas, más relajadas, más intensas…y ellos piensan lo mismo de las tuyas, y te retiras a un rincón a llorar en solitario…y allí te das cuenta que no estás sólo, que todos han pasado por lo mismo y todos buscan ese rincón para llorar. No es el cómo, es el qué.

Y es entonces cuando de verdad decides darlo todo. El año que vienen a Las Bahamas, Las Seychelles o Mauricio, pero esto no se repite más. Este año ascenso incluido y planificas cada minuto desde septiembre hasta julio, ves tu ascenso, tienes que controlar tus ganas, tu fuerza…y sin darte cuenta, en una semana sigues siendo el mismo con las mismas ganas de siempre y con las vacaciones ya olvidadas vuelves a ser tú, con todo lo bueno y todo lo malo, pero simplemente tú, y entonces es cuando de verdad estás de vuelta. Sin fantasías y dedicado a tu trabajo para poder volver a sentirte fatal el año que viene a la vuelta de las deseadas vacaciones de verano, pero siempre consciente del valor del esfuerzo y sabiendo que el premio es volver a la arena a untarte crema y hacer cola en restaurantes a los que accedes después de liarte a codazos en el paseo marítimo que, hoy, mientras lo piensas, acoge a dos jubilados que pasean de la mano en solitario porque ya se han ganado el derecho a disfrutarlo como se debe disfrutar.

Ahora es cuando realmente debes decidir si quieres volver a disfrutarlas. Ahora es cuando el motor debe volver a arrancar y ponerse al 100% para volver a formar parte de tu equipo con el que juntos podéis llegar a los resultados que os garanticen al menos unas vacaciones igual de buenas, malas, divertidas, aburridas, aventureras, gastronómicas o lo que esperes de ellas superando a estas que ya has conseguido apartar de tu cabeza y debes volver a centrarte en lo que ocupa once de doce partes de tu vida y con lo que consigues ser tú, desarrollarte y crecer, para poder relajarte de nuevo cuando tengas que volver a pasar por el calvario estival el año que viene.

Veraneando se va el tiempo volando
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