Nos la estamos jugando. ¿Somos conscientes?
Somos humanos y el ser humano es sociable por naturaleza, inmerso en un intrincado mundo de interacciones con otras personas, buscando algo, esperando algo, quizá protegiéndolo, quizá intentando erradicarlo o simplemente disfrutando o sufriendo de algo. Si somos ‘sociables por naturaleza´ es porque necesitamos de ese ‘ser sociable´ para conseguir algún beneficio o evitar algún perjuicio.
Intervenimos en estas interacciones de forma consciente o inconsciente y siempre que lo hacemos, sin excepción, provocamos algún tipo de consecuencia, de mayor o menor alcance, que puede ser beneficiosa o perjudicial para nosotros o para otras personas que puede que ni estén participando en esa interacción.
Son muchos los tipos de consecuencias que se condicionan cuando comunicamos. Una de ellas, tiene mucho que ver con las etiquetas que nos definen ante los demás.
A lo largo de nuestra vida, sembramos evidencias de lo que somos y de nuestra forma de hacer, que son recogidas por nuestro entorno y transformadas en etiquetas que nos definen con mayor o menor acierto. Nuestros amigos, compañeros de trabajo, jefe, equipo, clientes, proveedores, padres, hijos, hermanos, vecinos, conocidos, desconocidos…, todos obtienen, en las interacciones que comparten con nosotros, evidencias de cómo actuamos. Los que más nos conocen también recogen esas evidencias que van matizando lo que piensan de nosotros. No sólo son las personas que nos rodean las que se ven influidas por esas evidencias, también nos ocurre a nosotros al vernos actuar frente a los demás.
Nuestra comunicación es un viaje de ida y vuelta que influye en todos los que participamos en una interacción.
Dependerá de lo que esté en juego, que esta influencia tenga unas u otras consecuencias. Cuanto más nos importa algo, más marcada se nos queda la experiencia que vivimos mientras intentamos conseguirlo
¡Habrá que estar alerta!
En comunicación es esencial estar alerta, ser consciente de lo que ocurre, de porqué ocurre, cómo ocurre, qué condiciona…
Nuestra alerta suele dispararse cuando percibimos que nos enfrentamos a un posible riesgo o que tenemos por delante una buena oportunidad para nosotros o para quien nos rodea. Es el momento en el que nos detenemos a analizar conscientemente lo que está ocurriendo, lo que hacemos, las alternativas de actuación y sus posibles consecuencias para poder tomar la mejor decisión de qué y cómo hacer.
En comunicación ocurre lo mismo. Aquellas situaciones que percibimos importantes, son las que disparan nuestra alerta consciente.
Eso, ¿es bueno o malo?
Analizar en exceso puede entorpecer nuestra actuación, pero si nos estamos jugamos algo importante y no tenemos claro el camino que debemos recorrer, la alerta nos ayudará a elegir la mejor forma de actuar ya que reclama nuestro esfuerzo consciente y contaremos con más oportunidades de conseguir lo que buscamos. Nuestro cerebro nos ayuda activando nuestra parte consciente en situaciones de riesgo (derivado de perder una oportunidad o de sufrir una consecuencia no deseada).
Cuando actuamos de forma no consciente, nuestro cerebro no se cuestiona el criterio con el que dirigimos nuestra conducta. Se limita a actuar echando mano de lo que ya tiene, de los criterios que hemos grabado anteriormente en nuestro proceso de aprendizaje, sin replantearse la necesidad de cuestionarse a sí mismo.
Esta forma de proceder es genial, ya que no sentimos el esfuerzo, somos rápidos e incluso, si la situación es familiar, es decir, tenemos experiencia sobre ella, nuestro margen de error será bajo. La actuación no consciente tiene muchos beneficios.
Cuando actuamos de forma consciente, cuando se activa nuestra alerta, cuestionamos el criterio con el que debemos actuar, intentamos valorar diferentes alternativas, buscamos la solución que mejor nos proteja de riesgos y que con más probabilidad nos reporte beneficios. ‘Pensar conscientemente´ es necesario si la situación lo demanda pues nos invita a cuestionarnos abriéndonos un abanico de oportunidades para aprender a actuar de múltiples formas.
Si el riesgo de un ‘pensamiento inconsciente´ está en la consecuencia de no cuestionarnos criterios que no son válidos, el de un ‘pensamiento consciente´ será el no dar una respuesta a tiempo o no disponer de la capacidad de deducir el criterio con el que podamos identificar alternativas válidas de actuación.
En comunicación necesitamos activar la alerta y buscar referencias válidas que nos ayuden a interpretar cualquier interacción para ajustar nuestra respuesta. A esas referencias las denomino ‘criterio comunicativo´.
¿Qué riesgos y oportunidades tenemos?
Basta pensar en los conflictos que hemos vivido tras una discusión para ver que la comunicación no sólo condiciona consecuencias favorables o desfavorables por lo que obtenemos de ella, sino también por cómo se desarrolla, es decir, por el proceso de comunicación que se produce.
Un buen comunicador se caracteriza por múltiples factores y uno de ellos es la capacidad de ser consciente de qué se está jugando en una situación de interacción. Esta característica hace que analice cualquier comunicación reflexionando sobre distintas fuentes de oportunidad y riesgo como las siguientes:
- Finalidad de la comunicación: ¿Para qué estoy aquí? ¿Qué debo conseguir? El buen comunicador intenta poner en claro cuál es la consecuencia o consecuencias que debe lograr.
- Riesgos: ¿Existe la posibilidad de que lo que intento conseguir, perjudique a algo o a alguien? También reflexiona sobre si existe algún tipo de con-secuencia negativa que deba tener presente durante su comunicación.
- Mi imagen personal o profesional: ¿Puede salir fortalecida? ¿Hay riesgo de perderla frente a personas que me interesan? El buen comunicador sabe que todo suma o resta, que la comunicación es un continuo proceso de construcción o de destrucción de la imagen personal o profesional.
- Mi auto-percepción: ¿Puede modificarse la confianza que tengo en mí mismo? Él sabe que debe sentirse capaz de hacer para hacer de la mejor forma posible, que debe sentirse bueno haciendo para poder encontrar oportunidades de mejora, que su seguridad es consecuencia de cómo se ve actuando y causa de cómo actúa.
- Aprendizaje: ¿Hay oportunidad de aprendizaje para mí en esta situación de interacción? Un buen comunicador es consciente de que el proceso de aprendizaje no tiene fin, que se nutre de pequeños avances que dependerán de que él los busque y los convierta en realidad.