Cada vez que comunicas, sea en la circunstancia que sea, estás construyendo una experiencia con aquel o aquellos a los que hablas.

La experiencia que compartes con ellos se va haciendo realidad con las piezas comunicativas que utilizas (textos, imágenes, acciones, sonidos…) que van ensamblándose unas a otras incorporando la reacción de tu auditorio.

Estás invitando a recorrer contigo una historia que es preciso que tenga valor para los demás no solo por lo que pretendes conseguir con ella, sino también por la propia experiencia de compartirla.

Como explico en el libro «La comunicación mueve consecuencias, atrapála«, cuando hablamos estamos construyendo un edificio comunicativo que tiene sus cimientos y su estructura, recogiendo, con mayor o menor complejidad, con mayor o menor profundidad, las aportaciones nuestras y de quienes comparten con nosotros ese momento comunicativo.

Si no nos preocupamos porque ese edificio sea sólido, coherente, atractivo y de valor para los demás, después de la visita, los visitantes se irán tal cual han venido o peor, se van con la intención de no regresar y de decir a otros que la visita no tiene valor alguno.

En el libro hablo de brick comunicativo y aporto claves que pueden ayudar a crear historias de valor. ¡Ojo! Cuando hablo de historias me refiero a toda situación comunicativa en la que compartimos no solo lo bueno y lo bonito, sino también en aquellas que debemos entrar en lo conflictivo o difícil.

Comunicar historias no solo va de sonrisas, también de otras emociones, agradables o no, que ayuden a condicionar algo que queremos provocar en nuestro auditorio.