Pedir ayuda no nos hace más débiles
Generalmente las personas tendemos a preferir solucionar los problemas y las situaciones que nos van surgiendo, de forma individual.
En muchas ocasiones, incluso cuando el peso que cargamos sobre nuestras espaldas está pudiendo con nosotros, consciente o inconscientemente, nos negamos a pedir ayuda.
Solemos pensar que enfrentarnos solos a las adversidades nos hace más valientes. O que el éxito obtenido cuando lo hacemos de esta forma es mayor a cuando alguien nos acompaña. Y aunque en muchas situaciones es lícito que resolvamos los situaciones por nosotros mismos, tenemos que concienciarnos de que, en otras, es mejor pedir ayuda.
Con respecto a esto hay dos situaciones que suelen ocurrir: los hay que no piden ayuda por considerarlo una especie de derrota personal y otros que no lo hacen porque creen no necesitarla.
Yo soy más fuerte que tú, porque me apoyo en ti – Carmen Conde.
Pedir ayuda no significa una llamada de socorro o algo muy alarmante, no. A veces, con una simple pregunta o un pequeño párrafo, somos capaces de transmitir al de enfrente que necesitamos algo. Ni siquiera significa que la otra persona tenga que acompañarte en un largo camino para solucionar las situaciones a las que te enfrentas, porque a veces, basta con que alguien te recuerde algo que ya sabes que tienes que hacer para ponerlo en práctica.
También es muy importante saber escoger a la persona adecuada. Muchas veces ocurre que pedimos ayuda o consejo a determinadas personas pero que, después de dárnoslo, sentimos que no nos ha servido de mucho. Tenemos que saber que no todas las personas tienen las habilidades que requerimos en ese momento, que quizás él o ella no puede comprendernos como nos gustaría o, simplemente, que por muy amigo nuestro que sea, en ese tema no va a ser capaz de ayudarnos. Por eso es fundamental saber escoger a la persona a la que le pedimos ayuda.
Por ejemplo, si nuestro problema es de tipo emocional, lo más acertado sería escoger a aquella persona que sepa escuchar, sea empática, paciente, tenga habilidades comunicativas y capacidad para entender y no juzgar nuestro problema. Porque en caso de escoger a alguien que no cuente con estos factores, la sensación con la que partíamos antes de pedir ayuda, probablemente aumente por la frustración de no haber conseguido los resultados que buscábamos.
Además, esto podría desembocar en una reaseguración para no pedir ayuda porque “si me costaba mucho pedir ayuda y cuando lo hago no me sirve de nada, ¿para qué volverlo a hacer?”. Cuidado con esto.
El mejor consejo que puedo darte, tanto por mi experiencia como por mis conocimientos, es que cuando sientas que no puedes más, que las cosas que te pasan te están ahogando, que no te sientes bien, que tu estado de ánimo está muy bajito, que los nervios pueden contigo, que algo te hace un runrún en la cabeza continuamente, que no consigues superar algo… Cuando te pase esto, pide ayuda.
Lo principal es reconocer que necesitamos ayuda, una vez hecho esto, la solución está a nuestro alcance – Jorge González Moore
El ser humano es un animal social por naturaleza, necesita de los demás para sobrevivir. ¿Por qué negarnos la ayuda que otros pueden darnos si eso supone un beneficio brutal? ¿Por qué cargar con 100 pudiendo hacerlo solo con 30? ¿Por qué arriesgarnos a obtener peores resultados de forma individual sabiendo que en compañía serían mejores?
La vida es mucho más sencilla si la vivimos acompañados, si la compartimos, si contamos con los demás para todo aquello que nos pasa (¡¡No solo lo bueno!!).
La vida puede ser mejor con la ayuda de los demás. Seamos capaces de hacerlo y tengamos la valentía de aceptar que, por muy buenos que seamos, necesitamos a los otros.
Y que pedir ayuda no nos hace más débiles.
Maria Ros San Juan