¿Quien mucho pregunta, mucho yerra ?
Esas preguntas que a veces nos resultan incómodas porque nos dicen cosas que no queremos saber. Las que nos hacen cometer errores, las que nos hacen parecer incapaces de dar pasos por nuestra cuenta, pero sobre todo, las que nos ayudan a crecer, a ser mejores a ponernos retos.
¿Y si sí se puede?
¿Y si esa meta que te planteas y que ves tan lejos y tan complicada no lo fuera tanto?
¿Y si la dificultad fuera un lastre que al final depende de ti en un porcentaje mucho mayor del que imaginas?
¿Lo intentamos lo suficiente como para poder asegurar que no vamos a conseguirlo o es una cuestión de actitud muchas veces?
¿Realmente nos creemos incapaces de llegar al fin propuesto o nos ponemos nosotros los palos en las ruedas para sentir justificada nuestra falta de dedicación?
¿Somos tan exigentes con nosotros como lo somos con los demás?

¿Nos perdonamos antes de tiempo con argumentos baratos para no sentir que no hacemos lo suficiente?
¿De verdad queremos conseguirlo o es algo que usamos para sentirnos importantes o más ocupados y dar imagen de querer ser mejor?
¿Hablamos de nuestros sueños o proyectos futuros con otros para que sepan lo buenos que somos y lo bien que tenemos preparado nuestro futuro, pero sin ningún interés real posterior?
¿Nos engañamos con autopromesas que sabemos que no cumpliremos para sentirnos mejor, o para poder vender nuestro “esfuerzo” a otros?
¿De verdad queremos?

Pues a ponerse las pilas, no hay otro camino, sólo la disciplina, el orden y actuar nos llevarán a buen puerto, pensar no es un mal ejercicio, pero actuar es dar el paso para llegar a la meta.
Hay que hacerse preguntas, éstas y otras más difíciles de contestar, y hay que ser sinceros, hay que errar, y mucho, porque de cada error podemos sacar mucho provecho. Ponerse delante del espejo y ser sinceros con nosotros mismos. Hagámonos preguntas y busquemos las respuestas. Igual nos sorprendemos… ¿O no queremos?
